Durante años, el “tiempo fuera” ha sido una estrategia común en la crianza y en el aula para “corregir” conductas. Pero, ¿realmente es eficaz o está afectando el vínculo sin que lo notemos?
El famoso “time-out” o “tiempo fuera” consiste en aislar al niño por un periodo corto de tiempo cuando se porta “mal”. La lógica detrás de esta técnica es que, al quedarse solo, reflexionará sobre su comportamiento y volverá más calmado o dispuesto a “obedecer”.
Desde la neuroeducación y la crianza respetuosa, sabemos que un niño en desregulación no necesita aislamiento, necesita acompañamiento. El comportamiento que muchas veces se interpreta como “malcriado” es en realidad una señal de que algo no está funcionando emocionalmente para ese niño: está frustrado, cansado, desbordado o no sabe cómo comunicar lo que siente.
Cuando lo mandamos a otra habitación, sin guía ni contacto, lo que recibe no es una enseñanza, sino una desconexión. En lugar de sentirse seguro para regularse, se siente rechazado.
Entonces, ¿qué hacer en lugar del “tiempo fuera”?
Una alternativa es el “tiempo dentro”, donde el adulto permanece presente, ofrece calma, observa y acompaña sin juicios. No se trata de permitir todo sin límites, sino de poner límites desde el vínculo, sin castigo, sin miedo y con empatía.
A veces basta con decir: “Veo que estás muy enfadado. Estoy aquí si necesitas un abrazo o respirar juntos”. Esa presencia, lejos de reforzar la conducta, le enseña al niño que puede atravesar sus emociones con ayuda, y que equivocarse no lo deja solo.
La próxima vez que sientas que el caos se apodera del momento, respira tú primero. Recuerda que no se trata de tener el control, sino de ofrecer contención. El cambio empieza en ti.
Y como siempre, no estás solo/a en este camino. Desde Viamenta te acompañamos para mirar la infancia con más amor, comprensión y herramientas reales.